MENU

miércoles, 11 de julio de 2012

CON LOS PIES EN LA TIERRA

Por Víctor Cangrejo, Coordinador Regional de Comunicaciones - Antioquia.
Enviado especial a Córdoba
La palabra erradicación tiene varios usos en la cotidianidad; se habla  de erradicar, de arrancar algún tipo de problema de raíz; erradicar alguna situación incómoda, alguna molestia, alguna invasión negativa que hace presencia de manera crónica hasta conducir al organismo vivo a la enfermedad. Existen algunas enfermedades agudas que no se pueden erradicar, y muchas veces la cura consiste en extirpar algún órgano o amputar algún miembro sin el cual la vida no es igual.
Si hacemos la analogía con el devenir de la vida nacional, vamos a encontrar que efectivamente existe una o varias enfermedades crónicas que han vedado territorios, desplazado comunidades enteras, entorpecido la explotación de los recursos naturales, atentado contra el medio ambiente, estigmatizado el país ante la comunidad internacional, alejado a la población de las instituciones del Estado, desangrado la economía del país, retrasando el desarrollo y en pocas palabras, perpetuando una guerra sin horizontes en donde ésta,  es un fin en sí misma. Se hace urgente consolidar los territorios.        

Pero, ¿cuál es el órgano que debemos extirpar para frenar la enfermedad que aqueja a nuestra doliente Nación? ¿Qué miembro debemos amputar? ¿Dónde se encuentra el remedio?: Estará acaso entre los brebajes ancestrales de los chamanes  Embera – Katíos que ocupan las estribaciones del Nudo de Paramillo, o en la memoria de las comunidades que vivieron la transición de la guerrilla al paramilitarismo en muchas zonas del país como el departamento de Córdoba. Posiblemente la respuesta es que nuestras enfermedades nacionales no tienen cura y solo debemos esperar la fase terminal.
Por fortuna, existen personas, grupos de personas que creen lo contrario. Más que enfermedades, el país tiene múltiples problemas, cuyas soluciones no son fáciles ni de corto plazo, pero superables con el trabajo mancomunado de todos los ciudadanos: con el aporte de los que gobiernan y de los que los eligieron; con los que han sido víctimas directas y los que no; de los rojos, verdes, azules, amarillos; de los que creen que la solución existe y se debe lograr poco a poco, trabajando y haciendo buen uso de la ciudadanía que este país, Colombia, nos entregó al momento de nacer.
Es precisamente de un pequeño grupo, pero muy importante de personas, de lo que trata esta historia:
13 de junio de 2012 – ubicación: Brigada 11 del Ejército Nacional Montería              – objetivo: sobrevuelo a Nudo de Paramillo para identificar nuevos cultivos de coca y visita a Grupos Móviles de Erradicación localizadas en… coordenadas no especificadas.  
En un helicóptero, me embarqué con un grupo de funcionarios encargados de administrar las acciones referidas a la erradicación manual. Para un civil como yo, es emocionante sobrevolar las montañas cubiertas de selva virgen a escasos 2Kms del cerro,  con el temor latente de ser observados por miembros de  los grupos armados; ellos nos podían ver, nosotros no.
Para el año ’97 la lucha contra el narcotráfico se concentraba aún en la lucha contra los carteles, Pablo Escobar acaba de ser dado de baja por el Bloque de Búsqueda y quedaba el cartel del Cali. Naciones Unidas, que hasta el momento había abanderado esta cruzada junto con el Gobierno Nacional, recibía otro invitado de honor en la política de la lucha contra el narcotráfico, USAID. Pero en la medida que los carteles de la droga eran doblegados, los grupos armados ilegales, FARC-EP, ELN y AUC, tomaban el control total del negocio y esto agudizó la guerra territorial; así que los esfuerzos contra el narcotráfico debían concentrarse en la raíz, en el campesino que se encontraba cultivando hoja de coca en medio del conflicto armado por el control del territorio. Territorios que ahora la Unidad de Consolidación debe reconstruir con ayuda del Gobierno Nacional y los gobiernos locales.
Hasta este punto localizar la coca no era difícil, se le veía a la orilla de la carretera, en las parcelas de los campesinos. La aspersión era una solución, pero los campesinos encontraron remedios para proteger la mata del veneno o para curarla: muchas de las áreas asperjadas retoñan, por eso es necesaria la erradicación manual.  Para el año 2002 los grupos armados cambian su estrategia y la coca debía desplazarse hacia territorios anegados por la manigua. El viaje ahora es hasta la montaña, hacia la selva “virgen”, pues desde el aire se pueden observar muchos parches de bosque deforestado.

Aterrizamos brevemente en un punto de erradicación manual sobre una superficie mínima rodeada de barranco, que apenas albergaba el tren de aterrizaje de la aeronave. Entregamos provisiones y despegamos hacia un segundo punto en el que la entrega de alimentos para el grupo de erradicación se hizo desde el aire, pues la superficie acondicionada para el aterrizaje no era suficiente. Finalmente llegamos al último punto de erradicación agendado en la programación del día. Allí permanecimos por el lapso de una hora.
-Doctores buenos días.
- Llamen a los demás que llegó la comida

Llevábamos comida, suero antiofídico y pasta de dientes. El coronel encargado del programa dijo al desembarcar, con tono firme como dicen los militares “venimos a darle moral a la tropa”. En este momento la emoción de turista en zafarí  había desaparecido y me abrazó el calor seco de las montañas, me sentí encerrado. A la carrera descendían los erradicadores manuales desde un alto, para escalar las faldas de otro en el que nos encontrábamos reunidos.  Rostros sucios, arrugados y refritos por el sol conformaban este grupo.
El coronel y los funcionarios de PCI recibieron parte y dieron algunas instrucciones a los policías que custodiaban el grupo móvil de erradicación. También entregaron una buena noticia a los erradicadores “Nos acaban de autorizar 15 días más de trabajo en el área”  Un pequeño silencio precedió los murmullos de negativa “Levanten la mano los que quieren seguir más tiempo”  Menos  de la mitad del grupo levantó  la mano. Los erradicadores llevaban 45 días en el monte y solo anhelaban completar los 60 días para los que fueron contratados inicialmente.
La sensación de ansiedad de todos estos que decían -no, yo me quiero ir ya- se podía oler en su ropa que contenía el sudor seco de 45 días de trabajo. Sus rostros estaban cansados y algunos desesperados. Observé las condiciones del alojamiento: cambuches  bajo la manigua, instalados sobre el lodo. Entonces pensé ¿Qué necesidad más grande pueden tener estos hombres para auto confinarse al encierro a cielo abierto, en algún punto de Colombia a donde solo se entra y se sale en helicóptero? Pude entender las sonrisas que divisé al aterrizar. La aeronave, era su único contacto con el mundo exterior.

                               -¿Por qué está aquí?
                               -Por necesidad, la familia necesita el sustento y el trabajo está malo
                               -¿No es muy duro este trabajo?
-Si: aquí nos toca arrancar las matas, cargar leña, desyerbar, tener cuidado con las  culebras y los demás bichos…
-¿Y cuando hay hostigamientos?
-Nos botamos al suelo y esperamos a que pase, a veces algún compañero sale herido     
Los erradicadores manuales están expuestos a múltiples peligros, son el blanco de ataques por parte de los grupos armados, están en riesgo de toparse con alguna mina[1], expuestos a enfermedades tropicales y todo el tiempo trabajan y duermen a la intemperie. Difícilmente la necesidad justifica un trabajo de esta naturaleza, que además es desempeñado por pocas personas que si tienen los pies en la tierra, pocos colombianos, hombres, la mayor parte de ellos campesinos, que por causa de la violencia han sido desplazados de sus parcelas, y no encontraron otra manera de ganarse la vida que haciendo lo único que saben hacer “trabajar la tierra”, pero esta vez a la inversa: arrancando, erradicando para que en ese suelo lastimado crezca otra semilla que convoque al desarrollo, al  bienestar; una semilla que no genere disputas armadas ni sustente la economía de los violentos; una semilla que no atraiga narcotraficantes, guerrilla y BACRIM como moscas a un pastel en descomposición.

Por eso, cuesta trabajo creer que la necesidad es la única razón que tienen estos hombres para internarse largas temporadas en el monte. Aquí hay más, y se trata del anhelo de que las cosas cambien por fin en el país. En el fondo de la conciencia de estos hombres (Tanto de los erradicadores civiles como de la tropa que los acompaña) coexiste al lado de la necesidad un sentimiento de amor por el país, una convicción infranqueable de que así sea de mata en mata este país puede cambiar. Los erradicadores civiles del Grupo Móvil de Erradicación hacen un uso literal y tangible de la palabra erradicar, porque ellos realmente están ayudando a “arrancar el problema de raíz” y nos invitan a conjugar esta palabra en todas las personas: yo erradico, tú erradicas, todos erradicamos.
Al partir, cuando el helicóptero aleteaba a unos cuantos kilómetros desde el cielo, los erradicadores, frente a una pequeña cámara,  enviaron un mensaje al Presidente:

“Le mandamos un saludo al señor Presidente de parte de los erradicadores de coca, que se acuerde de nosotros que también somos colombianos y estamos trabajando para mejorar este país…”             
                  





[1] VANGUARDIA. Mina antipersona dejó un erradicador muerto y 8 más heridos. Colombia, viernes 15 de junio de 2012

1 comentario:

  1. Clarita gracias, ojalá el mensaje de los erradicadores llegue efectivamente a oídos del Presidente

    ResponderEliminar